23 de marzo de 2012

¡YA! PRIMER DÍA: LUARCA-LA ROCHELLE

Con puntualidad absolutamente británica salimos de Villar a las 7:00 (Sara Noriega llegó a las 06:59, y en menos de cuarenta segundos ya tenía su maleta colocada adecuadamente).

Nuestra primera parada paradescansar y tomar algo fue en Unquera, hacia las nueve y media de la mañana. Allí cambiamos de conductor, despedimos cordialmente a Avelino y recibimos a
Juan, que curiosamente era la única persona que vimos hoy en Unquera con corbata… Bueno, sí… vimos otras corbatas, pero nos las comimos todas.

Antes, uno de los alumnos participantes en la excursión, Andrés, nos deleitó con su repertorio de chistes de todos los colores.

Hacia las 12:20 realizamos otra parada cerca de Irún, donde aprovechamos para practicar nuestro esplendoroso euskera. También aprovechamos para repostar combustible, que allí está a 1,38€, mientras que en La France está a 1,61€ aproximadamente.

Entramos en Francia adecuadamente, y nuestro alumnado desplegó la enseña de la Patria en el cristal trasero del autobús. Tranquilos, nadie se sabía la letra del “Cara al sol”, ni ganas tenía de aprenderla. Quienes alguna vez la entonaron (Salva, no miramos para nadie…) ya la tienen bien olvidada.

La Tercera Estación fue en un área de servicio rodeada de pinos en la zona francesa de Las Landas. Un “locus amoenus” bastante caro, por cierto.

Seguimos hacia el norte y nos acercamos a Burdeos, ciudad que no vimos, pero cuyos atascos de autovía sufrimos durante un cuarto de hora o poco más.

Tras otra parada técnica de veinte minutos, encaramos la última etapa hacia La Rochelle. Queríamos ver el Vieux Port, pero el GPS nos encaminó hacia el Puerto Deportivo, modernísimo y agradable, pero sin mucha gracia. El tiempo perdido hizo que llegásemos al casco histórico al anochecer, por lo que las fotos salen con poca luz, pero pudimos pasear por el puerto viejo (¡por fin!) y por las calles más pintorescas, además de admirar las dos torres que vigilaban la entrada al puerto.

Con nuestra habitual puntualidad, volvimos al autobús y en doce minutos llegamos al Hotel “Première Classe”, donde repartimos los códigos de entrada a nuestras habitaciones (que
sepáis que los que utilizáis todavía llaves metálicas sois unos anticuados).

Hubo un problemilla, porque, según el Inspector Salva, podían ocurrir dos cosas:

a) Faltaba un papelito con el código de la habitación.

o...

b) Sobraban dos alumnos.

Claro, pronto supimos, mediante una investigación estilo “CSI” en la que colaboró nuestro agente infiltrado Guille Cabanas, que no nos habían dado el código de la habitación 124, y así Raúl y Rubén pudieron por fin meter sus maletas, cenar opíparamente las viandas que traían, al igual que el resto de los expedicionarios.

Y aquí estamos, en una situación de sospechoso silencio que presagia una larga noche de trasiegos pasilleriles, pero sabed que la “`policía” no es tonta y nunca duerme.

Tras tantas horas en la carretera, necesitamos descansar para madrugar mañana y emprender el camino hacia Poitiers.

Seguiremos informando.

Actualización a las 10:45. Nuestraes comienzan a pulular por los pasillos interrumpiendo el silencio monacal que adornaba las tres plantas de nuestro humilde hotel. También comienzan las escaramuzas interraciales con el vigilante, cuyo nombre aún desconocemos, pero al que,
utilizando un lenguaje políticamente correcto, podríamos llamar “el hombre de color”.


El Equipo de redacción.

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